
Camina con paso lento y las manos en los bolsillos hasta llegar la amplia piscina. Iluminada por las luces es todavía más bonita que de día. Ve el agua moverse en el extremo más alejado y se acerca con curiosidad.
La cara de Mayo sale del agua. Le ve y le dedica una sonrisa. Carlos le mira incrédulo, pensando una vez más que este chico no puede estar muy bien de la cabeza. Después mira un poco más allá, a través del agua y lo que ve lo deja con la boca abierta: Mayo está completamente desnudo.
—¿Qué haces? —pregunta con una voz entrecortada que no esperaba.
—Darme un baño —responde el chico, como si fuese lo más normal del mundo.
—¿A estas horas?
—Me gusta hacer un poco de ejercicio antes de dormir. Además, la temperatura es perfecta ahora. ¿Por qué no me acompañas? —dice tumbándose boca arriba y flotando en el agua.
Carlos nota cómo se le saca la boca. “No le mires la polla. No le mires la polla.” piensa, esforzándose al máximo por mantener contacto visual.
—No nado bien —confiesa. Carlos se analiza a sí mismo sorprendido. ¿Por qué le está dando explicaciones a su empleado? No se baña porque no quiere. Porque es una locura y punto. No es propio de alguien profesional, aunque está claro que eso a Mayo le preocupa más bien poco. Tampoco parece que su escena en el comedor con Emma le haya dejado huella, porque no hace ningún amago de sacar el tema. Por lo menos eso le tranquiliza.
Lo mira de nuevo. Tiene un pecho muy bonito, con la cantidad justa de pelo. Y con las gotas cayéndole por toda la cara está todavía más guapo que en la oficina. “¡Joder no pienses en eso!”.
—¿Hay alguna razón por la que hayas decidido no ponerte un bañador? —pregunta con un tono borde, buscando mantener la compostura.
—No tengo —responde el chico encogiéndose de hombros.
—¿Y unos calzoncillos? ¿Tampoco tienes?
—Sí, pero si me los hubiese puesto no podrías hacerme el repaso que me estás haciendo de manera tan disimulada. —sonríe el chico divertido mientras chapotea en el agua.
—Yo no te estaba haciendo ningún repaso —se defiende Carlos indignado. “¿Pero este qué se ha creído?”.
—Pues que pena, porque no me importaría que lo hicieras. —responde Mayo y dándose la vuelta, se aleja nadando a la otra esquina de la piscina, dándole a Carlos la oportunidad de admirar unas nalgas de acero en las que le encantaría perderse. Notando que se le están subiendo los colores y que un molesto cosquilleo le está taladrando una sensible zona entre los muslos, el jefe da media vuelta y vuelve al hotel con grandes zancadas.
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