
Extracto del relato ‘Inicios’:
Golpeo a la ventana dos veces y, tras unos segundos, otra vez más “Toc, toc… toc”. Rafa está tumbado escuchando la radio y se levanta extrañado, seguro que piensa que está imaginando ruidos o algo. Pero me ve. A mi, encaramado a la ventana. La abre, negando con la cabeza.
—¿Se puede saber qué cojones haces aquí? —pregunta apagando el transistor.
—Perdona yo… ya sé que es tarde.
—Tarde no, perdona, es la una de la mañana. ¿Qué narices pasa contigo?
—Quería verte —confieso atropelladamente, temiendo que Rafa vuelva a cerrarme la ventana en las narices.
Este suspira y se encoge de hombros.
—Pasa anda —dice, cediéndome el paso. Entro con agilidad al dormitorio, pero una vez dentro me quedo de pie como un idiota, frotándome nerviosamente las manos. Rafa me mira resignado y se sienta en la cama.
—¿Los tipos guays como tú ya no usan las puertas? ¿Han pasado de moda? —me espeta.
—Lo siento. No quería que me viesen tus padres a estas horas y…
—Mis padres no están en todo el fin de semana.
—La casa para ti. Guay —comento, sin saber cómo seguir.
Rafa tuerce el gesto y vuelve a preguntar.
—¿Qué quieres?
—Solo quería verte. Asegurarme de que estabas bien —digo.
—¿Por qué? ¿Porqué los cernícalos de tus amigos me han gritado, insultado y humillado esta tarde? ¿Por qué tu no has hecho absolutamente nada al respecto? ¿Por qué estoy hasta los cojones de que se metan conmigo solo por ser gay? Dime, exactamente ¿por qué no debería estar bien?
Me muevo nervioso. Sé que todo lo que dice es verdad pero siento la necesidad de excusarme.
—Siento lo que ha pasado. Intenté avisarte pero…
—No hiciste nada —me corta.
—Perdóname. Sé que estás enfadado, y lo siento. Dime qué quieres que haga y lo haré.
—¿Y qué puedes hacer tu? Dime, ¿qué puedes hacer para conseguir que olvide siquiera un rato que estoy rodeado de capullos homófobos?
El dolor en su voz es demasiado para mí. Y yo quiero hacerlo todo para hacerle sentir bien, para hacerle olvidar, para demostrarle que me importa, que no puedo parar de pensar en él ni un solo minuto del día. Hacerle comprender que me paso las horas fantaseando mil maneras de amarle, que querría ser más valiente y enfrentarme a todos por él, sin que me fallen las fuerzas, como me han fallado esa tarde. Pero no sé cómo demostrárselo y, finalmente hago lo único que se me viene a la mente.
Me arrodillo enfrente suyo y le desabrocho los pantalones.
Si quieres seguir leyendo este y otros relatos de erotica gay haz click en el siguiente botón.